domingo, 22 de noviembre de 2009
Una batalla rápida de campaña.
Este fin de semana las hostilidades en Meridies tienen un parón debido a una invasión microbiótica (de posible origen tiránido) que me tiene en la cama recuperando la voz y la garganta, así que aprovecharé para escribir algo sobre la última partida que jugué contra Peibol y sus tiránidos.
Jugué con TAU, con mi lista mecanizada a 1500 puntos (no tenía preparados los kroots que me quedaban y tenía ganas de jugar con los partidarios del Bien Supremo, así que aunque fuese a 1500 me conformaba). Y lo cierto es que aunque en los dos primeros turnos sufrí muchísimo, conforme la partida avanzó disfruté muchísimo, levanté una partida adversas y aunque no gané por objetivos (sólo empaté) puedo decir que logré la victoria al dejar a los Tiránidos con nada más que un genestealer, un Líctor y seis gantes, mientras que el grueso de mi ejército permanecía intacto. Además, ha sido la primera vez desde que llevo jugando a Warhammer 40.000 que he podido ver cómo ambos bandos cambian de despliegue durante la partida, acabando uno en el sitio del otro y viceversa.
Mi lista mecanizada, a grandes rasgos, se basa en una fuerte mecanización de mis tropas. Teniendo en cuenta que los Castas son muy blanditos, como casi todo el ejército TAU, decidí meterlos en plan cazador en sus Mantarrayas para freír a tiros cuando lo necesitase. Lo malo que tiene esa táctica es que sabes perfectamente que esa unidad o tiene mucha fortuna disparando o será carne muerta cuando el enemigo se abalance a por ella. Por lo demás, tengo una Piraña en la que nadie se suele fijar y que sirve con su bláster de fusión y su ordenador para disputar o destruir vehículos (en el caso de Tiránidos, hacer heridas a las monstruosas), y dos Cabezamartillo (vehículo del que estoy enamorado por completo). Para completar, tres armaduras crisis en despliegue rápido con blásters de fusión y lanzamisiles, seis Sombras que flanquean con un bláster de fusión y todas con ordendor de combate, y por último, una unidad de kroots en flanqueo. Lo único que dejé (para completar puntos) era un equipo de francotiradores que murió en el segundo turno por el Líctor.
La batalla comenzó con un ataque total de los Tiránidos, basándose en el empuje de su Tirano de Enjambre, tres carnifexes, dos de gantes y una de Guerreros Tiránidos, mientras el Líctor hacía de las suyas en mi base. Como sabía, me tenía que mover, porque quedarme quieto contra los Tiránidos de Peibol era una locura, habida cuenta de que debían salir aún dos escuadras de genestealers y el Líder de Progenie con su escolta por mi retaguardia. Así, los TAU salieron disparados en sus transportes moviéndose por los flancos desde mi cuadrante envolviendo a los Tiránidos.
El caso es que en cuestión de dos turnos, mi ejército había logrado, a excepción de los equipos de Castas que habían bajado de sus vehículos y que habían sido devorados por los Tiránidos, ponerse justamente en la esquina del borde del cuadrante de despliegue tiránido. Tácticamente, fue interesante ver cómo el bloque tiránido que había avanzado sin miedo turnos anteriores colocándose ya en mi zona de despliegue, se tenía que deshacer intentando cazar mis blindados y mis transportes mientras el resto de mi ejército (las Crisis y las sombras especialmente), los abatían con su armamento a la par que las criaturas monstruosas buscaban la manera de evitar que reclamase su base (reclamada por cierto con los Kroots que infiltraban, ocultándose encima en la selva).
Gradualmente, fueron cayendo las monstruosas. Primero el Cárnifex de disparo que ya había sido muy castigado anteriormente y después, quizás la más importante de todas por su rapidez: El tirano de Enjambre. Al tener alas y correr, esta bestia había dejado de intentar destruir mi Cabezamartillo que movía rápido y se dirigió hacia mis Kroots que le arrebataban el objetivo. Mis Armaduras se movilizaron y lograron destruir al Tirano. A partir de ese instante, supe que la partida como mínimo acabaría en empate, puesto que los Carnifexes a pesar de ser brutales, tenían que atravesar por lo menos dos turnos el terreno entre ellos y mis tropas, lo que me daba un amplio margen de tiempo para destruirlos (cosa que ocurrió al final).
Al final de la partida, sólo unos pocos organismos tiránidos permanecían de pie en mi base.
Por cierto, que metí una chuchería muy útil contra ejércitos de masa: autodestrucción para mi Shas'el. No está mal cuando sabes que esa miniatura (barata, de poco más 90 puntos) que va a ser rodeada tarde o temprano por las bestias enemigas y que sólo sirve en realidad para llevar el Faro Posicional, va a morir haciendo mucho daño sobre sus asesinos (plantilla grande F8 sin fp está bien para matar orkos o Tiránidos).
Venga, Peibol, di tu opinión.
Jugué con TAU, con mi lista mecanizada a 1500 puntos (no tenía preparados los kroots que me quedaban y tenía ganas de jugar con los partidarios del Bien Supremo, así que aunque fuese a 1500 me conformaba). Y lo cierto es que aunque en los dos primeros turnos sufrí muchísimo, conforme la partida avanzó disfruté muchísimo, levanté una partida adversas y aunque no gané por objetivos (sólo empaté) puedo decir que logré la victoria al dejar a los Tiránidos con nada más que un genestealer, un Líctor y seis gantes, mientras que el grueso de mi ejército permanecía intacto. Además, ha sido la primera vez desde que llevo jugando a Warhammer 40.000 que he podido ver cómo ambos bandos cambian de despliegue durante la partida, acabando uno en el sitio del otro y viceversa.
Mi lista mecanizada, a grandes rasgos, se basa en una fuerte mecanización de mis tropas. Teniendo en cuenta que los Castas son muy blanditos, como casi todo el ejército TAU, decidí meterlos en plan cazador en sus Mantarrayas para freír a tiros cuando lo necesitase. Lo malo que tiene esa táctica es que sabes perfectamente que esa unidad o tiene mucha fortuna disparando o será carne muerta cuando el enemigo se abalance a por ella. Por lo demás, tengo una Piraña en la que nadie se suele fijar y que sirve con su bláster de fusión y su ordenador para disputar o destruir vehículos (en el caso de Tiránidos, hacer heridas a las monstruosas), y dos Cabezamartillo (vehículo del que estoy enamorado por completo). Para completar, tres armaduras crisis en despliegue rápido con blásters de fusión y lanzamisiles, seis Sombras que flanquean con un bláster de fusión y todas con ordendor de combate, y por último, una unidad de kroots en flanqueo. Lo único que dejé (para completar puntos) era un equipo de francotiradores que murió en el segundo turno por el Líctor.
La batalla comenzó con un ataque total de los Tiránidos, basándose en el empuje de su Tirano de Enjambre, tres carnifexes, dos de gantes y una de Guerreros Tiránidos, mientras el Líctor hacía de las suyas en mi base. Como sabía, me tenía que mover, porque quedarme quieto contra los Tiránidos de Peibol era una locura, habida cuenta de que debían salir aún dos escuadras de genestealers y el Líder de Progenie con su escolta por mi retaguardia. Así, los TAU salieron disparados en sus transportes moviéndose por los flancos desde mi cuadrante envolviendo a los Tiránidos.
El caso es que en cuestión de dos turnos, mi ejército había logrado, a excepción de los equipos de Castas que habían bajado de sus vehículos y que habían sido devorados por los Tiránidos, ponerse justamente en la esquina del borde del cuadrante de despliegue tiránido. Tácticamente, fue interesante ver cómo el bloque tiránido que había avanzado sin miedo turnos anteriores colocándose ya en mi zona de despliegue, se tenía que deshacer intentando cazar mis blindados y mis transportes mientras el resto de mi ejército (las Crisis y las sombras especialmente), los abatían con su armamento a la par que las criaturas monstruosas buscaban la manera de evitar que reclamase su base (reclamada por cierto con los Kroots que infiltraban, ocultándose encima en la selva).
Gradualmente, fueron cayendo las monstruosas. Primero el Cárnifex de disparo que ya había sido muy castigado anteriormente y después, quizás la más importante de todas por su rapidez: El tirano de Enjambre. Al tener alas y correr, esta bestia había dejado de intentar destruir mi Cabezamartillo que movía rápido y se dirigió hacia mis Kroots que le arrebataban el objetivo. Mis Armaduras se movilizaron y lograron destruir al Tirano. A partir de ese instante, supe que la partida como mínimo acabaría en empate, puesto que los Carnifexes a pesar de ser brutales, tenían que atravesar por lo menos dos turnos el terreno entre ellos y mis tropas, lo que me daba un amplio margen de tiempo para destruirlos (cosa que ocurrió al final).
Al final de la partida, sólo unos pocos organismos tiránidos permanecían de pie en mi base.
Por cierto, que metí una chuchería muy útil contra ejércitos de masa: autodestrucción para mi Shas'el. No está mal cuando sabes que esa miniatura (barata, de poco más 90 puntos) que va a ser rodeada tarde o temprano por las bestias enemigas y que sólo sirve en realidad para llevar el Faro Posicional, va a morir haciendo mucho daño sobre sus asesinos (plantilla grande F8 sin fp está bien para matar orkos o Tiránidos).
Venga, Peibol, di tu opinión.
domingo, 8 de noviembre de 2009
Planning de Trabajo.
Bueno, llega el fin de semana y como siempre, tengo un montón de trabajo de hobby acumulado y una partida echada de la campaña.
Ayer los orkos al mando de Ghazghkull arrasaron a los Cuervos Sangrientos, a un alto coste en bajas. Al final, sólo quedó el Land Raider Cruzado en pie por parte de los marines. Acabó con dos peñas de orkos y un kamión sin despeinarse. Pero eso será más tarde.
Lo que quiero comentar ahora, unos minutos antes de ponerme a montar más miniaturas, es precisamente la cantidad de miniaturas que tengo atrasadas. Es una cantidad ingente, lo que me lleva a pensar en el nuevo ejército que me he hecho y que junto a los Eldars Oscuros, me faltaba para terminar de coleccionar todos los ejércitos del Milenio Siniestro: los Tiránidos.
La idea me rondaba la cabeza, pero no me terminaba de decidir. Lo veía muy costoso empezarlo, pero el cielo se abrió cuando salió la caja de Space Hulk con sus 22 genestealers incluyendo un Líder de Progenie. Ya la idea empezaba a tomar cariz de poder ser un hecho.
Los últimos rumores tiránidos indican que para Enero tendremos una nueva maravilla llamada Trygon que será adaptada para Warhammer 40000. Eso era otro empujoncito más que necesitaba, un nuevo estímulo. Y finalmente, por desgracia, el cierre de Arcadia me permitió comprar todas las existencias de tiránidos por precios razonables. Así que cuando me di cuenta, tenía un pequeño ejército de 1500 puntos, que estoy montando y pienso ponerme a pintar próximamente:
- 37 Genestealers.
- 1 Líder de Progenie.
- 6 Guerreros Tiránidos.
- 8 Gantes y 8 Hormagantes.
- 1 Zoantropo.
- 2 gárgolas: que estoy pensando ahora convertir los hormagantes en gárgolas para hacerme 8.
- Enjambres de devoradores: que haré empleando los restos de las cajas de genestealers, sumándoles los de las cajas de los Guerreros y esa especie de madrigueras que traen de nuevo las cajas de Genestealers.
Aún me quedan cosas, pero serán para fines del mes de Noviembre. Están clarísimas: Carnifex y Tirano de Enjambre. Nada más termine, a por el Trygon cuando salga. El objetivo son los 1750 puntos. Ahora mismo, no es más que una avanzadilla de la flota enjambre que está asolando el plano oeste del sistema Caladan Secundus.
Ayer los orkos al mando de Ghazghkull arrasaron a los Cuervos Sangrientos, a un alto coste en bajas. Al final, sólo quedó el Land Raider Cruzado en pie por parte de los marines. Acabó con dos peñas de orkos y un kamión sin despeinarse. Pero eso será más tarde.
Lo que quiero comentar ahora, unos minutos antes de ponerme a montar más miniaturas, es precisamente la cantidad de miniaturas que tengo atrasadas. Es una cantidad ingente, lo que me lleva a pensar en el nuevo ejército que me he hecho y que junto a los Eldars Oscuros, me faltaba para terminar de coleccionar todos los ejércitos del Milenio Siniestro: los Tiránidos.
La idea me rondaba la cabeza, pero no me terminaba de decidir. Lo veía muy costoso empezarlo, pero el cielo se abrió cuando salió la caja de Space Hulk con sus 22 genestealers incluyendo un Líder de Progenie. Ya la idea empezaba a tomar cariz de poder ser un hecho.
Los últimos rumores tiránidos indican que para Enero tendremos una nueva maravilla llamada Trygon que será adaptada para Warhammer 40000. Eso era otro empujoncito más que necesitaba, un nuevo estímulo. Y finalmente, por desgracia, el cierre de Arcadia me permitió comprar todas las existencias de tiránidos por precios razonables. Así que cuando me di cuenta, tenía un pequeño ejército de 1500 puntos, que estoy montando y pienso ponerme a pintar próximamente:
- 37 Genestealers.
- 1 Líder de Progenie.
- 6 Guerreros Tiránidos.
- 8 Gantes y 8 Hormagantes.
- 1 Zoantropo.
- 2 gárgolas: que estoy pensando ahora convertir los hormagantes en gárgolas para hacerme 8.
- Enjambres de devoradores: que haré empleando los restos de las cajas de genestealers, sumándoles los de las cajas de los Guerreros y esa especie de madrigueras que traen de nuevo las cajas de Genestealers.
Aún me quedan cosas, pero serán para fines del mes de Noviembre. Están clarísimas: Carnifex y Tirano de Enjambre. Nada más termine, a por el Trygon cuando salga. El objetivo son los 1750 puntos. Ahora mismo, no es más que una avanzadilla de la flota enjambre que está asolando el plano oeste del sistema Caladan Secundus.
martes, 3 de noviembre de 2009
lunes, 2 de noviembre de 2009
Informe de Campaña.
Parece ser que los Orkos se han puesto las pilas este puente y que quizás por el tema del Día de los Difuntos, han decidido por tomar las riendas de esta campaña y no ceder el protagonismo a nadie que no sean ellos mismos. En esto tiene mucho que ver la aparición de Ghazghkull y la compañía de otros grandes héroes orkos como el Viejo Zorwort y el habitual Snikrot. El viernes comenzaron con una apretadísima victoria por desmaterialización contra los necrones, aunque el sábado, mordieron el polvo contra los Puños Imperiales que masacraron a la horda orka al mando de un subalterno del Profeta del Waagh. Hoy, sin embargo, parece que la presencia de Thraka ha sido suficiente para destrozar a los siempre complicados Demonios del Caos. Como quien no quiere la cosa, ha despachado a dos príncipes demonios, tres mastines de Khorne y un par de desangradores. Gracias a esto, y a una partida por DOW, los Orkos se han aupado en la segunda posición de la clasificación con 12 puntos, empatando con el Caos a los mismos puntos y con el mismo número de partidas.
El Caos por su parte, parece decidido a mantener su posición y seguramente, en las próximas semanas, haya un enfrentamiento directo entre los pieles verdes y los herejes para dilucidar quién lleva el peso de la invasión en Meridies. Por cierto, que la Inquisición comienza a temer mucho la influencia de Lord Astragoth y está enviando misiones especiales para localizar bolsas de cultistas y traidores entre las filas imperiales. Será cuestión de esperar a ver cómo evolucionan las cosas.
El Imperio por otra parte no termina de encontrarse a gusto. Si hasta ahora había conseguido mantener la posición, al término de esta semana, eso no es así. Los Marines (Puños Imperiales y Cuervos Sangrientos), con 5 partidas no consiguen sobrepasar a los Necrones y TAU que con menos partidas (4)están en tercera y cuarta posición. Si no fuera por la victoria resonante de los Puños Imperiales en los desiertos ecuatoriales de Meridies, quizás la cosa sería peor.
Los Tiránidos han permanecido sin dar guerra. La Guardia Imperial se desmorona. Las tres partidas vía DOW han sido nefastas (2 derrotas contra TAU y una contra Necrones), aunque su actuación sobre el tablero ha sido muy correcta con su empate contra los imparables Tiránidos la semana pasada.
Para terminar, os pongo una foto del acontecimiento de esta mañana: un Devorador de Almas convertido en Garrapato por el Viejo Zogwort.
EL PROFETA DEL WAAGH!.
Ghazghkull salió del kamión orko que le transportaba seguido de una peña de orkos bajo su mando. Emitió un grito de furia mientras el resto de la horda se batía en los desiertos contra los demonios procedentes de la Disformidad. No tenía ni la más remota idea de cómo habrían podido llegar a aquel lugar, pero la cuestión no le molestaba. Sólo el ansia de verter sangre y sembrar la destrucción entre sus enemigos ocupaba la exigua masa cerebral de Thraka.
A su lado izquierdo, los nobles al mando del matazanoz Gobsnik cargaban contra los desangradores de Khorne con fiereza. El reparto de golpes se sucedió con el resultado de cuatro nobles hechos pedazos sobre la arena y la mayor parte de los demonios convertidos en icor maloliente y burbujeante. Los demonios no huían y eran un enemigo perfecto para los nobles, que rugieron de alegría y entusiasmados, cargaron de nuevo sobre otros nuevos enemigos.
Por su parte, Ghazghkull llevó a sus chikoz hasta luchar contra los demonios de Tzeentch, que disparaban desde sus manos mortales bolas de energía que consumían a los orkos que se acercaban. Sin prestar atención a las bajas, la peña chocó contra los demonios, pero aquellas criaturas eran escurridizas y de alguna manera se la habían ingeniado para acabar con varios chikoz antes de que éstos pudieran atacarles. No eran rival para los orkos así que en cuestión de tiempo acabarían de vuelta a sus hogares en la Disformidad. Ghazghkull refunfuñó ante unos enemigos tan penosos contra los que enfrentarse, y cuando estaba a punto de estampar su garra de combate sobre un orko cercano, algo se estremeció en el aire a pocos metros de él. Los Zakeadorez, apostados en una duna, abrieron fuego contra lo que apareció del agujero disforme: una enorme criatura con la armadura repleta de caras que le hacían muecas y le observaban burlonas mientras del cráneo sendos cuernos emergían.
-Ezte ez pa mi.- Avisó Ghazghkull a pleno pulmón mientras se lanzaba sobre el príncipe demonio. Éste le recibió con un giro mortal de su espada demoníaca, pero el Profeta del Waagh paró su golpe con la garra de combate y abrió fuego con su akribillador sobre el rostro del príncipe demonio. Al principio, el aura que envolvía a aquella abominación pareció protegerle de los primeros proyectiles, pero después, un par de éstos le arrancaron el cuerno izquierdo y parte del rostro. Cuando el Príncipe Demonio se echaba hacia atrás, Ghazghkull le atrapaba la cabeza con su garra de combate y cerrándola de repente, destrozaba la cabeza del Príncipe Demonio, a pesar de que la protección sobrenatural de éste parecía intentar que aquello no sucediese. Los orkos cercanos a Ghazghkull se quedaron por unos segundos parados viendo a su Jefe destrozar a su enemigo, y después, soltaron sus armas por un segundo aplaudiéndole con mucho orgullo.- IMBÉZILEZ, HAY UNA BATALLA KE GANÁ. CORRÉ A POR EZOZ DE AHÍ.- Fue la cariñosa respuesta del Profeta del Waagh.
Continuaron a la carrera en dirección a otro punto del campo de batalla donde acababan de manifestarse más demonios, en forma de un Devorador de Almas monstruoso que abría sus alas correosas tras la explosión de sangre que le precedió y unos Desangradores de Khorne que le escoltaban. Ghazghkull invocó un tremendo Waagh que se escuchó en kilómetros a la redonda, excitando los ánimos exaltados de sus guerreros, que en todos los puntos del combate se lanzaron de nuevo a la carga.
Justamente cuando el Profeta del Waagh y los suyos cubrían los últimos metros para chocar contra los desangradores, una figura alada de cuatro metros de altura y completamente brillante por la sangre fresca que la cubría se cruzó, haciéndole un gesto arrogante indicándole que iba a morir. Ghazghkull no dejó de vociferar mientras gritaba.
-IDIOTA KITANMEDIO, KE YO KIERO AL GRANDE PA MI, NO TÚ.- Ghazghkull y sus guerreros se lanzaron sobre el monstruo de Khorne. Éste, con gran habilidad, segó las vidas de varios orkos, antes de que el mismísimo Ghazghkull de un golpe lo tirase hacia atrás, derrumbándolo boca arriba. Después, se dedicó a pisotear el pecho del Príncipe Demonio mientras la armadura de éste no podía soportar las toneladas de peso de Ghazghkull. El príncipe demonio intentó deshacerse del Kaudillo intentándole atacar con su espada, pero Thraka le seccionó el brazo sin parar de pisotearlo. Por fin, la cavidad torácica del príncipe demonio no pudo resistir más y cedió, derramando icor en derredor. Luego, con un gesto de triunfo final, hincó su garra en el cuello de Príncipe Demonio para arrancarle la cabeza y tirarla con desprecio lo más lejos que pudo. Para terminar, escupió sobre el cuerpo sin vida del demonio, que se descomponía silenciosamente.- AL KE APLAUDA AHORA LO APALIZO. TAMOZ?
Los Orkos no se la jugaron y siguieron a su jefe. Mientras, a pocos metros, los Desangradores de Khorne y el Devorador de Almas habían destrozado a los chikoz de Gotgut. Los Desangradores se fijaron en el Kaudillo orko y emitiendo un grito de furia se dispusieron a recibir la carga orka. Mientras, el Devorador de Almas se dirigía a por un kamión que se acercaba a toda velocidad mientras hacía sonar el claxon ensordecedoramente.
-PERO ZERÁ MIERDA.- Dijo Ghazghkull al ver que el Devorador de Almas se largaba de allí.- VAMOOOOOOOOOOOOOOOZ.- Mientras cargaba a los soldados de Khorne.
Éstos eran grandes rivales, con una habilidad sobrenatural con el manejo de sus enormes espadones infernales que ardían con el fuego del infierno dentro de sus hojas. Sin mucho problema, reventaron a los orkos que habían acompañado a Ghazghkull. A cambio los orkos habían hecho mucho daño. Ghazghkull envió a varios de éstos de vuelta a su hogar con Khorne. Sin embargo, se había quedado solo luchando contra aquellas criaturas. Eran unos contrarios dignos, pensó Ghazghkull, pero no estaba para disfrutar de ello ahora. Él quería al más grande. Al mastodonte carmesí que movía las alas mientras se acercaba al kamión.
Los nobles al mando del matazanoz Gobsnik habían acudido en ayuda de su Jefe con rapidez, cruzando a bordo de su destartalado kamión las arenas del desierto a todo trapo. Éstos fueron los que ayudaron a Ghazghkull a deshacerse de los últimos desangradores que combatían con frenesí a pesar de estar vencidos. Cuando el último de los khornitas acabó siendo despachado por las rebanadoras orkas, Ghazghkull corrió para intentar atrapar al Devorador de Almas.
Cuando estaba a punto de darle caza, vio algo imposible. Un rayo verde salió disparado desde el kamión e impactó en el Devorador de Almas. Éste se quedó parado por un momento, sorprendido y mudo por aquello, mientras fibras de energía verde le rodeaban y se introducían por sus ojos, nariz, boca y orejas. Varios segundos después, el mastodonte se arrodillaba aquejado por un dolor terrible que le hacía temblar mientras su carne musculosa empezaba a brillar enfermizamente, hasta…
Ser sustituido por un garrapato, que reventó después de que un proyectil de akribillador lo destrozase en el instante.
Ghazghkull rugió de rabia y no evitó hacer un gesto de decepción evidente, mientras los nobles que le acompañaban se mantenían a una distancia prudencial de su Kaudillo.
El kamión paró ruidosamente, a punto de volcar sobre su eje, a pocos metros del Profeta del Waagh, sin parar de dejar sonar el claxon. Cuando la arena volvió a depositarse en el suelo, una figura enorme, abotargada, de ojos de cristal verde y ataviada con poco más que un braguero maloliente y restos de pieles a modo de chaqueta, tomaba tierra.
El Viejo Zogwort.
Ghazghkull sonrió maliciosamente.
-Táz chalao, pero erez útil.- Reconoció mientras soltaba una carcajada que el resto de Orkos siguieron.
A su lado izquierdo, los nobles al mando del matazanoz Gobsnik cargaban contra los desangradores de Khorne con fiereza. El reparto de golpes se sucedió con el resultado de cuatro nobles hechos pedazos sobre la arena y la mayor parte de los demonios convertidos en icor maloliente y burbujeante. Los demonios no huían y eran un enemigo perfecto para los nobles, que rugieron de alegría y entusiasmados, cargaron de nuevo sobre otros nuevos enemigos.
Por su parte, Ghazghkull llevó a sus chikoz hasta luchar contra los demonios de Tzeentch, que disparaban desde sus manos mortales bolas de energía que consumían a los orkos que se acercaban. Sin prestar atención a las bajas, la peña chocó contra los demonios, pero aquellas criaturas eran escurridizas y de alguna manera se la habían ingeniado para acabar con varios chikoz antes de que éstos pudieran atacarles. No eran rival para los orkos así que en cuestión de tiempo acabarían de vuelta a sus hogares en la Disformidad. Ghazghkull refunfuñó ante unos enemigos tan penosos contra los que enfrentarse, y cuando estaba a punto de estampar su garra de combate sobre un orko cercano, algo se estremeció en el aire a pocos metros de él. Los Zakeadorez, apostados en una duna, abrieron fuego contra lo que apareció del agujero disforme: una enorme criatura con la armadura repleta de caras que le hacían muecas y le observaban burlonas mientras del cráneo sendos cuernos emergían.
-Ezte ez pa mi.- Avisó Ghazghkull a pleno pulmón mientras se lanzaba sobre el príncipe demonio. Éste le recibió con un giro mortal de su espada demoníaca, pero el Profeta del Waagh paró su golpe con la garra de combate y abrió fuego con su akribillador sobre el rostro del príncipe demonio. Al principio, el aura que envolvía a aquella abominación pareció protegerle de los primeros proyectiles, pero después, un par de éstos le arrancaron el cuerno izquierdo y parte del rostro. Cuando el Príncipe Demonio se echaba hacia atrás, Ghazghkull le atrapaba la cabeza con su garra de combate y cerrándola de repente, destrozaba la cabeza del Príncipe Demonio, a pesar de que la protección sobrenatural de éste parecía intentar que aquello no sucediese. Los orkos cercanos a Ghazghkull se quedaron por unos segundos parados viendo a su Jefe destrozar a su enemigo, y después, soltaron sus armas por un segundo aplaudiéndole con mucho orgullo.- IMBÉZILEZ, HAY UNA BATALLA KE GANÁ. CORRÉ A POR EZOZ DE AHÍ.- Fue la cariñosa respuesta del Profeta del Waagh.
Continuaron a la carrera en dirección a otro punto del campo de batalla donde acababan de manifestarse más demonios, en forma de un Devorador de Almas monstruoso que abría sus alas correosas tras la explosión de sangre que le precedió y unos Desangradores de Khorne que le escoltaban. Ghazghkull invocó un tremendo Waagh que se escuchó en kilómetros a la redonda, excitando los ánimos exaltados de sus guerreros, que en todos los puntos del combate se lanzaron de nuevo a la carga.
Justamente cuando el Profeta del Waagh y los suyos cubrían los últimos metros para chocar contra los desangradores, una figura alada de cuatro metros de altura y completamente brillante por la sangre fresca que la cubría se cruzó, haciéndole un gesto arrogante indicándole que iba a morir. Ghazghkull no dejó de vociferar mientras gritaba.
-IDIOTA KITANMEDIO, KE YO KIERO AL GRANDE PA MI, NO TÚ.- Ghazghkull y sus guerreros se lanzaron sobre el monstruo de Khorne. Éste, con gran habilidad, segó las vidas de varios orkos, antes de que el mismísimo Ghazghkull de un golpe lo tirase hacia atrás, derrumbándolo boca arriba. Después, se dedicó a pisotear el pecho del Príncipe Demonio mientras la armadura de éste no podía soportar las toneladas de peso de Ghazghkull. El príncipe demonio intentó deshacerse del Kaudillo intentándole atacar con su espada, pero Thraka le seccionó el brazo sin parar de pisotearlo. Por fin, la cavidad torácica del príncipe demonio no pudo resistir más y cedió, derramando icor en derredor. Luego, con un gesto de triunfo final, hincó su garra en el cuello de Príncipe Demonio para arrancarle la cabeza y tirarla con desprecio lo más lejos que pudo. Para terminar, escupió sobre el cuerpo sin vida del demonio, que se descomponía silenciosamente.- AL KE APLAUDA AHORA LO APALIZO. TAMOZ?
Los Orkos no se la jugaron y siguieron a su jefe. Mientras, a pocos metros, los Desangradores de Khorne y el Devorador de Almas habían destrozado a los chikoz de Gotgut. Los Desangradores se fijaron en el Kaudillo orko y emitiendo un grito de furia se dispusieron a recibir la carga orka. Mientras, el Devorador de Almas se dirigía a por un kamión que se acercaba a toda velocidad mientras hacía sonar el claxon ensordecedoramente.
-PERO ZERÁ MIERDA.- Dijo Ghazghkull al ver que el Devorador de Almas se largaba de allí.- VAMOOOOOOOOOOOOOOOZ.- Mientras cargaba a los soldados de Khorne.
Éstos eran grandes rivales, con una habilidad sobrenatural con el manejo de sus enormes espadones infernales que ardían con el fuego del infierno dentro de sus hojas. Sin mucho problema, reventaron a los orkos que habían acompañado a Ghazghkull. A cambio los orkos habían hecho mucho daño. Ghazghkull envió a varios de éstos de vuelta a su hogar con Khorne. Sin embargo, se había quedado solo luchando contra aquellas criaturas. Eran unos contrarios dignos, pensó Ghazghkull, pero no estaba para disfrutar de ello ahora. Él quería al más grande. Al mastodonte carmesí que movía las alas mientras se acercaba al kamión.
Los nobles al mando del matazanoz Gobsnik habían acudido en ayuda de su Jefe con rapidez, cruzando a bordo de su destartalado kamión las arenas del desierto a todo trapo. Éstos fueron los que ayudaron a Ghazghkull a deshacerse de los últimos desangradores que combatían con frenesí a pesar de estar vencidos. Cuando el último de los khornitas acabó siendo despachado por las rebanadoras orkas, Ghazghkull corrió para intentar atrapar al Devorador de Almas.
Cuando estaba a punto de darle caza, vio algo imposible. Un rayo verde salió disparado desde el kamión e impactó en el Devorador de Almas. Éste se quedó parado por un momento, sorprendido y mudo por aquello, mientras fibras de energía verde le rodeaban y se introducían por sus ojos, nariz, boca y orejas. Varios segundos después, el mastodonte se arrodillaba aquejado por un dolor terrible que le hacía temblar mientras su carne musculosa empezaba a brillar enfermizamente, hasta…
Ser sustituido por un garrapato, que reventó después de que un proyectil de akribillador lo destrozase en el instante.
Ghazghkull rugió de rabia y no evitó hacer un gesto de decepción evidente, mientras los nobles que le acompañaban se mantenían a una distancia prudencial de su Kaudillo.
El kamión paró ruidosamente, a punto de volcar sobre su eje, a pocos metros del Profeta del Waagh, sin parar de dejar sonar el claxon. Cuando la arena volvió a depositarse en el suelo, una figura enorme, abotargada, de ojos de cristal verde y ataviada con poco más que un braguero maloliente y restos de pieles a modo de chaqueta, tomaba tierra.
El Viejo Zogwort.
Ghazghkull sonrió maliciosamente.
-Táz chalao, pero erez útil.- Reconoció mientras soltaba una carcajada que el resto de Orkos siguieron.
domingo, 1 de noviembre de 2009
En el Ojo del Huracán.
EN EL OJO DEL HURACÁN.
La Sala de Teletransportación del Trono de Terra bullía con el ruido de las extravagantes máquinas que se encontraban allí. Un zumbido continuo y casi ensordecedor se había hecho dueño de la estancia, cuando la compuerta que daba acceso desde la sala de mandos se abrió, dejando el paso a cinco figuras enormes embutidas en una armadura de exterminador de color amarillo. La escuadra Arabia se preparaba para la teletransportación justamente hacia las coordenadas que el destacamento al mando del capitán Lysander había transmitido pocos minutos atrás. Los Puños Imperiales estaban dirigiendo una serie de incursiones de búsqueda y destrucción de las hordas orcas que se dispersaban desde los piedroz que habían caído de la órbita de Meridies a los desiertos ecuatoriales. Y en esa ocasión, precisamente en esas, los Puños Imperiales se batían a muerte entre las dunas contra los feroces pieles verdes, una vez más.
Los integrantes de la escuadra Arabia tomaron sus posiciones en los receptáculos para la teleportación. El sargento Tercio comenzó a recitar las Letanías del Odio, mientras los tecnoservidores en la sala de mandos manipulaban las runas y vigilaban que el proceso fuese perfecto, pues de su pericia dependería que héroes como los hermanos exterminadores de la escuadra Arabia cumplieran con su deber en el fragor de la batalla, en auxilio de sus otros hermanos.
Tercio miró por última vez a través de los visores de sus cascos antes de que el zumbido se incrementara y la realidad se desdibujara en cientos de miles de colores, para luego fundirse a la oscuridad y vislumbrar en ella un camino de luz que les guiaba a toda velocidad hacia un lugar desconocido. Los miembros de la escuadra podían escuchar los sonidos de los entes de la Disformidad clamando por ellos, intentando atraer su atención conforme pugnaban por atraparlos. Pero la luz del Emperador y la Fe en Él eran superiores a todo tipo de tentación, y los hijos de Dorn atravesaron el peligro sin debilidades.
Un golpe de luz y de repente, frente a él, Tercio pudo observar un mar de dunas ardientes bajo dos soles ecuatoriales inclementes. Uno a uno, el resto de sus hermanos exterminadores señalaban su materialización en aquel plano. Pero todo esto fueron sólo un par de segundos, los justos antes de que los orkos que se encontraban rodeándoles reparasen en su llegada.
-¡Hermano Gracus, abra fuego sobre el enemigo con su lanzallamas!- Ordenó Tercio por su intercomunicador mientras apuntaba con su espada de energía sobre los orkos que tenía enfrente. Aquellas criaturas iban armadas con un armamento muy pesado y estrambótico, que apenas les permitió moverse antes de que las llamas de prometio de Gracus los calcinase en poco tiempo entre terribles aullidos de dolor. Con precisión milimétrica, el resto de la escuadra Arabia abrió fuego con sus bólters de asalto sobre los supervivientes, destrozándolos en una lluvia de sangre y huesos rotos.- Bien hecho, hermanos. Prosigamos.
El paisaje era desolador. Extensiones casi infinitas de dunas alrededor de un escenario de batalla que era una auténtica carnicería. Multitud de kamiones orkos permanecían alrededor de ellos, reventados o volcados producto de las tremendas explosiones que las armas de los Puños Imperiales les habían producido. A su alrededor, esparcidos entre los cráteres de arena cristalizada por el fuego, restos de pieles verdes y algunos de éstos que pugnaban por sobrevivir. A trescientos metros de ellos, los orkos que habían logrado sobrevivir a la furia de los disparos astartes recorrían los últimos metros antes de abalanzarse sobre el resto de sus hermanos. Inspirado por la Justa Fe y encolorizado con Firme Rabia, Tercio avanzó un par de metros escoltado por sus hermanos, cuando pudo observar los restos de una cápsula de desembarco a cuyos pies se encontraban descuartizados varios hermanos de batalla.
-Desplegad en torno a ellos. Proteged a nuestros Hermanos caídos y venerad su valentía, hermanos.- Reconoció Tercio, mientras los Exterminadores tomaban posiciones para proteger los cuerpos caídos de la escuadra táctica Oceánica. En ese momento, un rugido de furia primaria brotó de una dunas calcinadas cercanas, dejando después ver las figuras de cinco pieles verdes (uno de ellos mayor que el resto armado con una terrible garra de combate) que se abalanzaban sobre ellos antes de poder abrir fuego sobre ellos. Tercio reaccionó rápidamente adoptando una posición defensiva y antes de que ni siquiera dos de los pieles verdes consiguiese levantar sus toscas armas, los abatió sin piedra, atravesando sus cuerpos como si fueran mantequilla con su espada de energía. El resto de los xenos avanzó y atacó a los Exterminadores con furia. El hermano Graco se defendió con su Lanzallamas bloqueando un golpe letal de un orko, mientras el resto de ataques rebotaban en la gruesa armadura astartes. La respuesta de los Puños Imperiales fue fría y cruel. Graco cogió por el cráneo a uno de los xenos con su puño de combate, cerrándolo y esparciendo los sesos del pielverde en la arena. Mientras, el hermano Solius atravesó con su puño sierra a otro piel verde. El Noble orko respondió pero falló estrepitosamente gracias a la pericia de los Exterminadores, quienes a pesar del peso de sus armaduras, eran sorprendentemente rápidos. El hermano Sempronius dio un golpe del revés con su puño de combate al noble orko, lanzándolo diez metros por los aires.
-Asegurad el lugar.- Dijo Tercio mientras contemplaba el lugar en búsqueda de más rivales. Un enorme buggie orko saltó rugiendo un cráter cristalizado al norte de su posición, abriendo fuego con sus akribilladorez sobre los exterminadores. Sin embargo, la mala puntería del orko que lo pilotaba hizo que ningún proyectil dañase a los exterminadores. Poco después, el hermano Solius se abalanzaba sobre el vehículo y lo destruía con su puño sierra conforme este pasaba por encima de él. El buggie estalló en pedazos por encima de las cabezas de la escuadra Arabia, sin daños para ninguno de sus integrantes.
-Bien.- Valoró secamente Tercio. Después, se puso en contacto con el hermano capitán Lysander.- Hermano Capitán Lysander, la escuadra Arabia ha tomado la posición y hemos recuperado los cuerpos de nuestros hermanos de la escuadra táctica Oceánica. Permanecemos a la espera de más órdenes.
-Controlar la posición. Esto está a punto de terminar, Hermano Tercio. Buen trabajo.- Fue la respuesta parca en detalles de Lysander.
Mientras, en el otro punto del campo de batalla, un matazanoz orko lideraba una peña de chikoz duroz a través de un oasis después de que su kamión fuese destruido por un impacto de proyectil whirlwind. Un Land Raider les salió al paso dejando salir a la escuadra Finlanda, que armada con cuchillas relámpago y martillos trueno cargó sobre aquellos orkoz que eran ya los últimos supervivientes de su horda original. Parecía como si aquellos pieles verdes luchasen por algo parecido al orgullo aunque lo desconociesen, puesto que el ataque de los Puños Imperiales los había diezmado en poco tiempo a menos del diez por ciento de sus guerreros. Los hermanos de la escuadra Finlanda fueron derrotados por la peña de chikoz duroz liderada por el matazanoz. Eso fue lo que había visto Lysander mientras comandaba directamente a los hermanos de la escuadra táctica Itálica y el odio prendió en el espíritu lacónico de Lysander, que ordenó a sus hermanos avanzar sobre los chikoz duroz para vengar a los integrantes de Finlanda. Mientras, el hermano Dreadnought Varrus despedazaba sin piedad al kaudillo orko, separando su tronco de sus piernas de un tremendo impacto de su puño. Los hermanos Devastadores de la escuadra Argentinata abría fuego con sus bólters pesados y sus lanzamisiles sobre los Chikoz Duroz, abatiendo a varios de ellos antes de Lysander y sus marines abriesen fuego con sus bólters destripando a un par más. El matazanoz y los últimos pieles verdes que le acompañaban se abalanzaron contra la escuadra Itálica. Y en ese momento, por detrás de las filas imperiales, un grupo de orkos liderado por un noble arremetían por la retaguardia de la Itálica.
Lysander tranquilizó a sus guerreros recitando las Letanías del Odio mientras el impulso orko se frenaba. La mayor parte de la escuadra Itálica cayó en ese combate, pero la respuesta de los supervivientes potenciada por Lysander fue idéntica en virulencia. Las servoarmaduras amarillas de los Puños Imperiales aparecían manchadas de sangre en aquel mar improvisado de golpes y tajos terribles entre los últimos pieles verdes y los Astartes. El hermano dreanought Varrus ayudó a sus hermanos en apuros, al igual que los hermanos devastadores de la Argentinata y un grupo de exploradores, que se sumaron a la refriega. Al final, los últimos orkos fueron cayendo. Sin embargo, Lysander dio órdenes al resto de sus hermanos para que le dejasen al matazanoz orko. Esta criatura, lejos de amedrentarse, seguía luchando y había abatido a dos marines más que se dolían a sus pies. Aquella imagen fue suficiente para que la furia de Lysander se desatase.
Cargó con el escudo tormenta por delante al matazanoz, que dio varios pasos hacia atrás. Suficientes para que abriese sus defensas, momento justo que Lysander aprovechó para haciendo alarde de sus cientos de años de combate como elegido del Emperador y Dorn portando el Martillo Trueno del Primarca, dirigiese dos golpes precisos contra el pecho del orko. Con el primer impacto el brazo mekániko del piel verde fue seccionado a la altura del pecho llevándose también trozos de éste y haciéndolo volar metros por encima. Con el segundo, sobre el cráneo del orko, introdujo la cabeza del matazanoz en el suelo arenoso del desierto ecuatorial.
Los Puños Imperiales se arrodillaron ante su Lysander y comenzaron a rezar lentamente las Gracias al Emperador y las Odas Fúnebres a los hermanos Caídos en batalla.
La Sala de Teletransportación del Trono de Terra bullía con el ruido de las extravagantes máquinas que se encontraban allí. Un zumbido continuo y casi ensordecedor se había hecho dueño de la estancia, cuando la compuerta que daba acceso desde la sala de mandos se abrió, dejando el paso a cinco figuras enormes embutidas en una armadura de exterminador de color amarillo. La escuadra Arabia se preparaba para la teletransportación justamente hacia las coordenadas que el destacamento al mando del capitán Lysander había transmitido pocos minutos atrás. Los Puños Imperiales estaban dirigiendo una serie de incursiones de búsqueda y destrucción de las hordas orcas que se dispersaban desde los piedroz que habían caído de la órbita de Meridies a los desiertos ecuatoriales. Y en esa ocasión, precisamente en esas, los Puños Imperiales se batían a muerte entre las dunas contra los feroces pieles verdes, una vez más.
Los integrantes de la escuadra Arabia tomaron sus posiciones en los receptáculos para la teleportación. El sargento Tercio comenzó a recitar las Letanías del Odio, mientras los tecnoservidores en la sala de mandos manipulaban las runas y vigilaban que el proceso fuese perfecto, pues de su pericia dependería que héroes como los hermanos exterminadores de la escuadra Arabia cumplieran con su deber en el fragor de la batalla, en auxilio de sus otros hermanos.
Tercio miró por última vez a través de los visores de sus cascos antes de que el zumbido se incrementara y la realidad se desdibujara en cientos de miles de colores, para luego fundirse a la oscuridad y vislumbrar en ella un camino de luz que les guiaba a toda velocidad hacia un lugar desconocido. Los miembros de la escuadra podían escuchar los sonidos de los entes de la Disformidad clamando por ellos, intentando atraer su atención conforme pugnaban por atraparlos. Pero la luz del Emperador y la Fe en Él eran superiores a todo tipo de tentación, y los hijos de Dorn atravesaron el peligro sin debilidades.
Un golpe de luz y de repente, frente a él, Tercio pudo observar un mar de dunas ardientes bajo dos soles ecuatoriales inclementes. Uno a uno, el resto de sus hermanos exterminadores señalaban su materialización en aquel plano. Pero todo esto fueron sólo un par de segundos, los justos antes de que los orkos que se encontraban rodeándoles reparasen en su llegada.
-¡Hermano Gracus, abra fuego sobre el enemigo con su lanzallamas!- Ordenó Tercio por su intercomunicador mientras apuntaba con su espada de energía sobre los orkos que tenía enfrente. Aquellas criaturas iban armadas con un armamento muy pesado y estrambótico, que apenas les permitió moverse antes de que las llamas de prometio de Gracus los calcinase en poco tiempo entre terribles aullidos de dolor. Con precisión milimétrica, el resto de la escuadra Arabia abrió fuego con sus bólters de asalto sobre los supervivientes, destrozándolos en una lluvia de sangre y huesos rotos.- Bien hecho, hermanos. Prosigamos.
El paisaje era desolador. Extensiones casi infinitas de dunas alrededor de un escenario de batalla que era una auténtica carnicería. Multitud de kamiones orkos permanecían alrededor de ellos, reventados o volcados producto de las tremendas explosiones que las armas de los Puños Imperiales les habían producido. A su alrededor, esparcidos entre los cráteres de arena cristalizada por el fuego, restos de pieles verdes y algunos de éstos que pugnaban por sobrevivir. A trescientos metros de ellos, los orkos que habían logrado sobrevivir a la furia de los disparos astartes recorrían los últimos metros antes de abalanzarse sobre el resto de sus hermanos. Inspirado por la Justa Fe y encolorizado con Firme Rabia, Tercio avanzó un par de metros escoltado por sus hermanos, cuando pudo observar los restos de una cápsula de desembarco a cuyos pies se encontraban descuartizados varios hermanos de batalla.
-Desplegad en torno a ellos. Proteged a nuestros Hermanos caídos y venerad su valentía, hermanos.- Reconoció Tercio, mientras los Exterminadores tomaban posiciones para proteger los cuerpos caídos de la escuadra táctica Oceánica. En ese momento, un rugido de furia primaria brotó de una dunas calcinadas cercanas, dejando después ver las figuras de cinco pieles verdes (uno de ellos mayor que el resto armado con una terrible garra de combate) que se abalanzaban sobre ellos antes de poder abrir fuego sobre ellos. Tercio reaccionó rápidamente adoptando una posición defensiva y antes de que ni siquiera dos de los pieles verdes consiguiese levantar sus toscas armas, los abatió sin piedra, atravesando sus cuerpos como si fueran mantequilla con su espada de energía. El resto de los xenos avanzó y atacó a los Exterminadores con furia. El hermano Graco se defendió con su Lanzallamas bloqueando un golpe letal de un orko, mientras el resto de ataques rebotaban en la gruesa armadura astartes. La respuesta de los Puños Imperiales fue fría y cruel. Graco cogió por el cráneo a uno de los xenos con su puño de combate, cerrándolo y esparciendo los sesos del pielverde en la arena. Mientras, el hermano Solius atravesó con su puño sierra a otro piel verde. El Noble orko respondió pero falló estrepitosamente gracias a la pericia de los Exterminadores, quienes a pesar del peso de sus armaduras, eran sorprendentemente rápidos. El hermano Sempronius dio un golpe del revés con su puño de combate al noble orko, lanzándolo diez metros por los aires.
-Asegurad el lugar.- Dijo Tercio mientras contemplaba el lugar en búsqueda de más rivales. Un enorme buggie orko saltó rugiendo un cráter cristalizado al norte de su posición, abriendo fuego con sus akribilladorez sobre los exterminadores. Sin embargo, la mala puntería del orko que lo pilotaba hizo que ningún proyectil dañase a los exterminadores. Poco después, el hermano Solius se abalanzaba sobre el vehículo y lo destruía con su puño sierra conforme este pasaba por encima de él. El buggie estalló en pedazos por encima de las cabezas de la escuadra Arabia, sin daños para ninguno de sus integrantes.
-Bien.- Valoró secamente Tercio. Después, se puso en contacto con el hermano capitán Lysander.- Hermano Capitán Lysander, la escuadra Arabia ha tomado la posición y hemos recuperado los cuerpos de nuestros hermanos de la escuadra táctica Oceánica. Permanecemos a la espera de más órdenes.
-Controlar la posición. Esto está a punto de terminar, Hermano Tercio. Buen trabajo.- Fue la respuesta parca en detalles de Lysander.
Mientras, en el otro punto del campo de batalla, un matazanoz orko lideraba una peña de chikoz duroz a través de un oasis después de que su kamión fuese destruido por un impacto de proyectil whirlwind. Un Land Raider les salió al paso dejando salir a la escuadra Finlanda, que armada con cuchillas relámpago y martillos trueno cargó sobre aquellos orkoz que eran ya los últimos supervivientes de su horda original. Parecía como si aquellos pieles verdes luchasen por algo parecido al orgullo aunque lo desconociesen, puesto que el ataque de los Puños Imperiales los había diezmado en poco tiempo a menos del diez por ciento de sus guerreros. Los hermanos de la escuadra Finlanda fueron derrotados por la peña de chikoz duroz liderada por el matazanoz. Eso fue lo que había visto Lysander mientras comandaba directamente a los hermanos de la escuadra táctica Itálica y el odio prendió en el espíritu lacónico de Lysander, que ordenó a sus hermanos avanzar sobre los chikoz duroz para vengar a los integrantes de Finlanda. Mientras, el hermano Dreadnought Varrus despedazaba sin piedad al kaudillo orko, separando su tronco de sus piernas de un tremendo impacto de su puño. Los hermanos Devastadores de la escuadra Argentinata abría fuego con sus bólters pesados y sus lanzamisiles sobre los Chikoz Duroz, abatiendo a varios de ellos antes de Lysander y sus marines abriesen fuego con sus bólters destripando a un par más. El matazanoz y los últimos pieles verdes que le acompañaban se abalanzaron contra la escuadra Itálica. Y en ese momento, por detrás de las filas imperiales, un grupo de orkos liderado por un noble arremetían por la retaguardia de la Itálica.
Lysander tranquilizó a sus guerreros recitando las Letanías del Odio mientras el impulso orko se frenaba. La mayor parte de la escuadra Itálica cayó en ese combate, pero la respuesta de los supervivientes potenciada por Lysander fue idéntica en virulencia. Las servoarmaduras amarillas de los Puños Imperiales aparecían manchadas de sangre en aquel mar improvisado de golpes y tajos terribles entre los últimos pieles verdes y los Astartes. El hermano dreanought Varrus ayudó a sus hermanos en apuros, al igual que los hermanos devastadores de la Argentinata y un grupo de exploradores, que se sumaron a la refriega. Al final, los últimos orkos fueron cayendo. Sin embargo, Lysander dio órdenes al resto de sus hermanos para que le dejasen al matazanoz orko. Esta criatura, lejos de amedrentarse, seguía luchando y había abatido a dos marines más que se dolían a sus pies. Aquella imagen fue suficiente para que la furia de Lysander se desatase.
Cargó con el escudo tormenta por delante al matazanoz, que dio varios pasos hacia atrás. Suficientes para que abriese sus defensas, momento justo que Lysander aprovechó para haciendo alarde de sus cientos de años de combate como elegido del Emperador y Dorn portando el Martillo Trueno del Primarca, dirigiese dos golpes precisos contra el pecho del orko. Con el primer impacto el brazo mekániko del piel verde fue seccionado a la altura del pecho llevándose también trozos de éste y haciéndolo volar metros por encima. Con el segundo, sobre el cráneo del orko, introdujo la cabeza del matazanoz en el suelo arenoso del desierto ecuatorial.
Los Puños Imperiales se arrodillaron ante su Lysander y comenzaron a rezar lentamente las Gracias al Emperador y las Odas Fúnebres a los hermanos Caídos en batalla.
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